Desde esta perspectiva, las TIC tienen una función cultural central: construir el conocimiento que los sujetos tienen sobre la sociedad que habitan. Pero se trata de una construcción selectiva atravesada por la saturación de información, por un lado, y por la presencia de los medios masivos de comunicación con concentración en la producción de contenidos y una fuerte impronta de la lógica del mercado por otro.
Estas Tecnologías han modificado, entre otros aspectos, los modos de producción, las formas de comunicación, de entretenimiento y de aprendizaje. Esto genera al sistema educativo la demanda de un espacio donde se desarrollen saberes que permitan participar activamente como ciudadanos críticos en una sociedad caracterizada por el uso intensivo de información, sin limitar este desarrollo a lo meramente instrumental. El ingreso de las TIC a la escuela se vincula con la alfabetización en los nuevos lenguajes; el contacto con nuevos saberes y la respuesta a ciertas demandas del mundo del trabajo. Pero la integración pedagógica de las TIC también exige formar capacidades para la comprensión y participación en esta realidad mediatizada. En este sentido, la formación sistemática resulta una oportunidad de convertirse tanto en consumidores reflexivos como en productores culturales creativos. Es una oportunidad para desarrollar saberes y habilidades que el mero contacto con las tecnologías y sus productos no necesariamente genera.