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Para mejorar tu comunicación con los demás

La vida es una cuestión de comunicación: todo lo que existe en sociedad y en nuestras vidas es posible a través de las distintas formas de comunicación que se realizan mediante infinidades de signos y construcciones de sentido (creencias, perspectivas, ideas, representaciones sociales, estereotipos, etc.) que se producen con estos.
No podemos evitar comunicarnos, ya que cada detalle de nuestro ser es una forma de expresión. El rostro, el modo de vestir, la manera de respirar, el peinado, las miradas, los gestos.. Todo habla. Incluso un silencio, o el hecho de no hacernos presentes en algún lugar, está diciendo algo de nosotros. Estar atentos a como nos comunicamos, y hacerlo cada vez mejor, son ejes fundamentales para vivir en plenitud, para conocernos en profundidad y conocer a los que nos acompañan en nuestro camino; para aprender, para crecer, para amar... para ser felices.
Aquí, entonces, fragmentos para encontrarnos...

  • Tener una identidad para ofrecer


  • A veces dependo de la mirada que me juzga, porque me domina la necesidad de ser aprobado, de no ser criticado, de no ser despreciado. Pero si gasto demasiado mis energías y mi tiempo buscando que me miren bien, termino siendo un personaje, sin saber quien soy en realidad; y mi vida se llena de tensiones por tratar de acomodarme a las miradas ajenas. Así es imposible una verdadera comunicación, ya que en el fondo estoy renunciando a ser yo mismo, y termino vacío, sin nada auténtico para ofrecer a los demás. El que está demasiado atento a las miradas, termina rechazándose a sí mismo y, en definitiva, rechazando la realidad. Vos sos un ser humano maravilloso, completo de virtudes y de dones y también de algunos defectos, por supuesto; pero si no te aceptas como sos y miras siempre lo imperfecto de tu vida vas a sufrir mucho. Por eso es bueno buscar una cuota de autenticidad: ser uno mismo, vivir la aventura de expresarse tal como uno es, dar las propias opiniones aunque a nadie le gusten, jugarse por lo que uno cree, expresar las emociones y no estar siempre ocultando las insatisfacciones o las tristezas.

    Debemos aceptar que a los demás no les guste del todo como soy y como pienso. Sin este sano realismo, tendré que vivir siempre aparentando, disimulando mis opiniones y ocultando quien soy en realidad. Cuando consigamos dejar de ver al otro como juez, cuando deje de importarme demasiado lo que él pueda pensar de mí, cuando no dependa de su aprobación para estar en paz, entonces podré contarle mis cosas más íntimas, sincerarme con él, y decir lo que realmente pienso.

    Expresando las cosas, podré reconocerlas mejor y el otro me ayudará a verlas desde otro punto de vista. Porque decir las cosas ayuda a ser más objetivo y claro, a mirarlas más allá del propio mundo interior que tantas veces las complica. Expresarnos nos hace libres.

    Dejar de clasificar a las personas

    Un modo de crecer en la comunicación con los demás es intentar mirarlos mejor, aceptando la variedad de seres humanos que hay a mi alrededor. Los demás tienen derecho a ser diferentes, a tener otros gustos y otros planes. Y en su forma de ser, de vivir y de pensar, siempre habrá luces y sombras según quien las mire; e incluso de esas sombras puede surgir algo positivo para la sociedad. Aceptar esto me permitirá asumir que yo también soy una mezcla de luces y sombras y así no me desesperaré cuando los demás mencionen mis partes oscuras, ni me sentiré un dios cuando mencionen mis luces.
    Los prejuicios suelen condicionar mucho a las personas, los estereotipos de los que hablamos en clase, pero si consigo dejarlos de lado podré descubrir la belleza que hay en los demás: cada ser humano es un misterio y además está sujeto al cambio y a la novedad.

    Darse libertad

    Una condición esencial para que se pueda crecer en una comunicación auténtica es la superación del egoísmo: cuando los demás me miran queriendo poseerme o cuando yo los miro así, es porque se busca en otro la solución de nuestra vida, la salida para nuestras necesidades afectivas. De este modo, el otro se transforma en una cosa útil que yo uso para mi propio bien y que, cuando deje de brindarme satisfacciones o me traiga problemas, lo sacaré de mi vida.
    Cuando solo cuenta la satisfacción de mis necesidades no hay dos que dialogan, que se interesan el uno por el otro, que eligen caminar juntos y resolverlo todo juntos, que luchan para que el otro sea feliz, que tratan de entenderse cada vez mejor, que experimentan lo hermoso de estar juntos tanto cuando les sirve como cuando no les sirve. Sólo dejando al otro ser él mismo, en su personalidad y en su libertad, podré comunicarme; y sólo comunicándome tendré la alegría de saber que lo quiero, también cuando no esté conmigo, también cuando no pueda resolver mis necesidades, también cuando no me apruebe o cuando no esté pendiente de mí. Porque en el fondo, aunque no tenga todas mis necesidades satisfechas, tendré la satisfacción más grande de un ser humano: amar a alguien en serio.




    Leer detrás de las palabras

    En una buena comunicación, no solo es importante tratar de llegar al otro. Antes hay que dar el paso indispensable de interpretarlo bien, comprenderlo, entender lo que pasa por su intimidad, lo que él quiere decir cuando habla. Porque en realidad, uno se ha comunicado con alguien cuando comprende bien lo que el otro vive y cuando se siente comprendido por el otro.
    Suele suceder que estamos poco atentos para descubrir lo que el otro quiere comunicar realmente, lo que intenta transmitirnos, lo que lleva dentro. Muchas veces estamos más atentos al sentido que le encontramos nosotros a lo que dice, a la utilidad que podemos obtener, a lo que tiene que ver con nuestros intereses e ideas. Esta costumbre de estar atento al otro sólo en la medida en que su mensaje tenga que ver conmigo es el signo de mi gran dificultad para escuchar de verdad e interpretar al otro.

    Para que verdaderamente haya comunicación, se necesitan dos personas distintas, que puedan enriquecerse mutuamente, aprender el uno del otro y que puedan respetarse tal como son. Es necesario buscar la manera de complementarse, con aprecio, respeto y paciencia. La clave está entonces en reconocer qué puedo aportar yo al otro y que puedo aprender de él.

    Cuando siento que no tengo nada para dar

    Quizás me parece que los demás se aburren conmigo porque mis conversaciones son superficiales, o porque enseguida me quedo sin tema. Pero eso no significa que yo no tenga nada para dar, sino que no aprovecho la riqueza que llevo dentro. Posiblemente esto ocurra por alguno de estos motivos: a) No vivo bien mi soledad. Cuando escapamos de la soledad dejamos de saber bien que queremos, para que vivimos, que esperamos de nuestra relación con los demás. Dejamos de ser nosotros mismos y no resolvemos nuestros problemas interiores, que se van acumulando y nos llenan de nervios y ansiedades. La soledad (sin televisión ni nada que nos distraiga) puede ser un verdadero encuentro con nosotros mismos, un espacio indispensable para aclarar lo que tenemos dentro, lo que nos pone mal, o lo que estamos buscando en la vida. b) Falta de contacto con la realidad. Una persona que “vuela” demasiado, que está siempre un poco “perdida” tiene dificultad para comunicarse con los demás, porque su interior se empobrece y puede llegar a encerrarse en unas pocas ideas. La falta de interés por la realidad y por los demás puede comenzar a sanarse tratando de tomar más contacto con el mundo que nos rodea; empezar con pequeñas cosas como disfrutar de una flor, un perfume, una caricia, una canción, y luego tratar de detenerse en diversos tipos de música, leer cosas distintas a las que he leído siempre, ver programas que nunca vi, etc. No será tiempo perdido, porque es parte de la riqueza de la realidad que hay que conocer para que se abran nuevos mundos dentro nuestro.

    La agresividad

    Si hay algo que me molesta de una persona, sus defectos y errores me parecerán más grandes de lo que son y lo que haga me parecerá más ofensivo de lo que es en realidad. Mi modo de tratarla no será verdaderamente amable y eso hará que no se sienta aceptada y que su modo de relacionarse conmigo sea menos amable, lo que alimentará un nuevo círculo vicioso que hace imposible la comunicación.
    Normalmente justificamos y alimentamos la agresividad con una serie de pensamientos que pueden ser cambiados para evitarla: es normal que aparezcan porque se nos han metido a través de la vida, el problema está cuando creo que son verdaderos y dejo que me dominen. Todas las frases que me hagan sentir en la obligación o en la necesidad de reaccionar mal sólo pueden hacerme daño.
    Si uno decide conversar con la persona que lo ha agredido, será mejor plantear las cosas de tal manera que se evite agredir. En lugar de marcar sus errores o malas intenciones, siempre es mejor decirle simplemente lo que sentimos. Ejemplo: “No sé porque” (empezamos diciendo que no somos expertos ni lo sabemos todo) “pero cada vez que actúas o hablas de esa manera” (no ocultamos lo que nos molesta y lo decimos claramente, para que el otro no interprete cualquier cosa, refiriéndonos al caso puntual y no hablando de posibles defectos) “yo me siento un poco triste o me preocupo” (no le hablamos de enojo, y no culpamos al otro de malas intenciones. Solo hablamos de lo que sentimos) “Me haría bien y me ayudaría que actuaras de otra forma” (no le imponemos un deber, no le decimos como tiene que actuar ni se lo exigimos, sólo le hacemos notar lo que nos haría bien) “Por mi parte…” (no le decimos que no vamos a cambiar nada, sino que nosotros también haremos un esfuerzo para mejorar las cosas).
    Este tipo de lenguaje, que es claro pero no es rígido ni autoritario ni ofensivo, puede ayudar a dialogar adecuadamente, sin agresiones, y a encontrar juntos un camino para liberarse de una enemistad tonta e innecesaria (todas lo son).

    Los demás no comparten sus vivencias con vos

    Si eso nos sucede, no pensemos que la causa está sólo en los demás. Posiblemente hay algo en nosotros que provoca esa actitud en los otros, de lo que no nos damos cuenta.  
    a) No saber crear un buen ambiente para que el otro pueda expresarse, o mirarlo con ansiedad, exigiéndole que hable. Por lo tanto, el otro se siente forzado.  
    b) Hacer silencio a la fuerza, sin dar verdadera importancia a la persona que está junto a nosotros. Escuchar en serio no es simplemente hacer silencio exterior, no hablar. Requiere querer de verdad escuchar al otro, y tener interés en lo que pueda decir.
    c) Escucharlo solo desde mis propios esquemas mentales y mis prejuicios. Por ejemplo, cuando alguien está indignado, pensar que es por su orgullo o porque no sabe asumir la realidad, en lugar de tratar de comprender los motivos reales de su indignación (aunque para nosotros ese problema quizá no sería tal, para el otro lo es y eso es lo que importa. Y tal vez, si estuviéramos en su lugar –y con su forma de ser y su historia- estaríamos igual). Para iniciar una buena comunicación nunca hay que juzgar; menos aún comenzar a dar sermones por más dulces que parezcan. Lo primero es hacer notar al otro que puedo captar su sentimiento, y solo a partir de allí será posible ayudarlo.
    d) Distraerme mientras el otro me habla, y luego hacer creer que he escuchado y entendido todo. Los demás no son tontos, y finalmente se darán cuenta que no estoy atento a lo que me dicen, por las preguntas que no les hago o porque lo que yo les respondo está desconectado con lo que me estaban diciendo. Lo mejor, si me he distraído, es pedirle que me perdone y que repita lo que ha dicho, o repetir yo brevemente lo que pude entender, para que el otro me confirme si lo he interpretado bien.
    e) Escuchar sólo buscando lo que pueda ser útil para mí; y angustiarme o cambiar de tema cuando el otro habla sobre algo que no me interesa.  
    f) Ponerme en la postura de fuerte y super consejero cuando él se atreve a expresarme sus preocupaciones o sufrimientos más hondos. Muchas veces, cuando los demás se sienten mal, no quieren adoptar una posición de débiles y someterse a nuestra “fortaleza”, sino sólo que los acompañemos sin hacerlos sentir inferiores.
    g) Ser demasiado pesado con mimos y afectos, absorbiendo al otro o queriendo forzar una intimidad afectiva.  
    h) Ser demasiado duro cuando le doy opiniones o cuando le respondo por cosas queme molestan. Los errores más comunes en este orden son: hacer correcciones en momentos de bronca y nerviosismo; poner calificativos (envidioso, orgulloso, etc.) en lugar de hablar de hechos concretos que me molestaron; juzgarlo duramente en lugar de decir simplemente como me sentí o lo que provocó en mí su actitud; decirle cosas que él no puede resolver o cambiar en este momento, en lugar de sugerirle otras que juntos podríamos superar ahora; generalizar (“siempre mentís”), en lugar de decir: “creo que a veces, quizá sin darte cuenta, decís cosas que no son ciertas”; o hablarle sólo teniendo en cuenta mis sentimientos y sin mostrarle que entiendo sus razones y sus problemas.  
    i) No tener nunca un gesto de afecto y de generosidad que le permita “sentir” que él es importante para mí. Mi frialdad lo cierra.
    j) Nunca contarle con sinceridad mis cosas más íntimas y mis fragilidades. La conversación va en una sola dirección y el otro se cansa de cumplir ese papel. Hablo sólo de cosas exteriores, pero quizás el otro espera que le hable de lo que llevo dentro: las penas que no se van, las desilusiones que no se calman, los temores, los sueños, las dudas, los deseos de cambiar cosas, los sentimientos más verdaderos, las opiniones que a veces no me atrevo a dar, etc.  
    k) Lo contrario de lo anterior: hablar demasiado frecuentemente de mis problemas y angustias, o de las cosas negativas de la vida, o sólo de mis temas y dedicar poco espacio a los suyos.


    La valentía de ejercitarse en el desafío diario, intenso y gratificante de comunicarse cada vez mejor con los demás es ser capaz de descubrir un hermoso universo de posibilidades, alegrías y aventuras.


    BIBLIOGRAFÍA
    Fernández, Víctor Manuel. Para mejorar tu comunicación con los demás. Ed. San Pablo. Argentina. 2004

    6 comentarios:

    chemo dijo...

    realmente, segun esto dicho, me siento muy identificado, debido a que muchas de las características que se mencionan en el texto, son cualidades que suelo hacer. Aunque se que esto no esta bien que haga, es algo muy dificil de evitar, muy pocas veces pido perdon, y nose admitir cuando un enojo no es culpa mia.
    Estoy muy de acuerdo y conforme con este texto.
    Y creo que esta muy bien que se quiera, mediante a este texto cambiar a la gente como "nosotros"

    Ana dijo...

    me gusto mucho este articulo!! porque esta bueno para que los lectores que lean este articulo, lean y en algunas cosas se sientan identificados y mejoremos nuestros defectos.me gusto mas el articulo de "tener una identidad para ofrecer" y otro articulo que me gusto que me siento identificada es el de "dejar de clasificar a las personas"poruqe por ahi nos fijamos mucho como es la persona si es gorda, fea, si tiene algunos problemas,como se viste, es como que la sociedad se fija en cosas menos importantes, menos de fijarse en si la persona es buena onda, si es un apersona que esta siempre, les doy una recomendacion a los lectores si es que alguien lee esto dejen de llevarse por cosas que no tiene interes, que no mieren por aafuera sino por lo que esa perosna tiene por dentro, porque esas perosnas que mirar lo de afuera es porque tiene muchos problemas...

    Julián ! dijo...

    Me gusto mucho lo que se hablo en la escuela. Me parecio importante y además se habla de algo muy cierto.
    La verdad es que todos tenemos que reflexionar sobre esto para poder ser MEJORES PERSONAS, y para sentinse MEJOR con uno mismo.

    el profe dijo...

    Bien dicho, genios. Creo que el texto intenta ayudarnos a aceptarnos y a querernos como somos, para ser felices y poder desde ahí aceptar y querer a los demás como son.
    Seguramente todos tenemos cosas que mejorar, pero para hacerlo debemos primero conocernos bien y darnos cuenta de todo lo bueno que hay en nosotros. Desde ahí, desde la alegría de ser quienes somos, seremos libres para todo lo demás...

    Triana Lifschitz. dijo...

    Me parece que es un texto muy interesante donde todos deberíamos leerlo para minimamente reflexionar, todos cometemos en la vida cotidiana esos errores mas de una vez no nos damos cuneta y otras veces no lo queremos aceptar. Estos temas se suelen hablar en lugares como la escuela pero siempre se pasan muy por arriba. Se deberían hablar en muchos lugares así la gente toma conciencia y hace un intento de cambiar su trato al de al lado. Si todos pondrian un poco de voluntad seria posible que el mal trato, agresividad, bronca, etc. cambie un poco.

    el profe dijo...

    Totalmente Triana. Quizás se hable muy poco en la escuela sobre esto. Quizás se hable muy poco en las familias también. Lo que es muy cierto es que nadie nos enseña a encontrarnos con los demás, menos en estos tiempos en los que se corre tanto y se atropella otro tanto; y es importantísimo darnos cuenta que los que nos rodean hacen gran parte de nuestro mundo (junto con nosotros, claro)
    Gracias por tu aporte

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