Desde el día inicial de la larga dictadura militar, los editores y directores de diarios y revistas fueron informados por los militares acerca de qué era lo que se esperaba de ellos en la nueva etapa. Durante un lapso que algunos recuerdan como de no más de cuarenta y ocho horas y otros como de dos semanas, los responsables de publicaciones escritas debían acercar cada página a una oficina ubicada en la Casa de Gobierno para que personal de inteligencia -según algunos- u oficiales de la Marina -según otros- les autorizaran la publicación. El comunicado 19 de la Junta Militar era muy claro: Será reprimido con reclusión de hasta diez años el que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare comunicados o imágenes con el propósito de perturbar perjudicar o desprestigiar la actividad de las Fuerzas Armadas, de seguridad o policiales”. A ese primer comunicado se sumaron documentos provenientes de la Secretaría de Prensa y Difusión sobre los valores cristianos, combates contra el vicio y la irresponsabilidad, defensa de la familia y el honor, eliminación de términos procaces tanto como de opiniones de personas no calificadas.
La Radio
Por aquellos años en que la violencia alcanzaba dimensiones increíbles y la muerte se convertía en tema de todos los días, la radio argentina estaba en pleno desarrollo, por lo que este proceso fue más largo y dificultoso de lo que tendría que haber sido. Además de esto la TV le estaba ganando territorio a este medio y se habían convertido ya, en enemigos íntimos. El papel de reunir a toda la familia a la hora de la cena o del almuerzo ya estaba a cargo de la TV y la radio se había convertido en algo que le hablaba al oyente al oído, que se comunicaba con cada uno en particular.
El 24 de marzo de 1976 a las 3:15 a.m. comenzó el sexto golpe de estado desde 1930 conducido por la FF.AA. Todos los programas de radio estaban pendientes de cada movimiento que hiciera cualquier oficial y a las 3:21 de la madrugada ya era un hecho, los militares gobernaban otra vez al pueblo argentino. A las pocas horas se estaban desmantelando todas las radios estatales comerciales y las dependientes del Servicio Oficial de Radiodifusión y la LRA y sus filiales. Mientras que las de radiodifusión argentina al exterior eran condenadas al anonimato. En ese mismo día, a las pocas horas de lo sucedido llegaron distintos comunicados a los medios de todo el país donde estaban los nombres de los “prohibidos” y de los sospechosos.
Desde ese día lo único que abundó en los estudios de radio fueron censuras y cuidados en los mensajes, llamados de atención, levantamiento de programas, clausuras de emisoras, prohibiciones, temas y personas de las que por “órdenes superiores” no se podía hablar.
La década del 70 fue una época de violencia desatada, atentados, secuestros, crímenes nunca pagados, desapariciones de personas, exilios y en todo esto, los medios tuvieron mucho que ver, y la radio no se quedó atrás. En octubre del 76 el diario La Nación informó que las radios: El Mundo, Mitre y Antártida habían sugerido que se redujera la información de importantes artistas como Yupanqui, Sosa, Guarany, José Larralde, Sui Generis, Vox Dei, Lito Nebbia, Spinetta, Charly García, Los Beatles, etc. Y aunque luego se supone que esto se desmintió, los hechos demostraron que era cierto.
En su número de abril de 1976 la revista Cuestionario se permitió un comentario franco y crítico. Afirmó que del 25 al 27 de marzo los diarios entraron en cadena. Todos publicaban exactamente lo mismo: comunicados oficiales, sin el menor agregado, sin la más tenue opinión. Como era previsible, analiza el mensuario que dirigía Rodolfo Terragno, con el silencio y la sumisión de los días iniciales los diarios argentinos habían reanudado un ciclo que los define: “Suelen ensañarse con los gobiernos débiles y se vuelven exageradamente dóciles ante los gobiernos fuertes”. Venían, en general, de ensañarse con el gobierno de Isabel del mismo modo que habían procedido con impiedad con Illia, y ahora se encuadraban en la vereda de la sumisión y el colaboracionismo, tal como lo habían hecho con Onganía en 1966, reflexiona Cuestionario. “Sólo unos pocos diarios -atestigua la revista- como La Prensa han mantenido siempre un tono constante de crítica a excesos o desviaciones. La mayoría se dedica por épocas a rasgarse las vestiduras y por épocas a hacer buena letra.” Para Pablo Mendelévich, que en ese momento había ingresado en La Opinión, la censura se mantuvo rígida solamente entre el 24 y el 25 de marzo, y se flexibilizó porque alguien les hizo ver a los militares que con semejantes procedimientos los diarios no saldrían. “Pero ese solo día bastó para que se instalara una terrible autocensura. Había temas que no se podían tocar, los de política por ejemplo, pero se podía avanzar en la crítica a la economía.” En marzo del ‘76 la tapa de la nueva Satiricón, que había vuelto a salir, mostraba una caricatura de Casildo Herreras diciendo la frase que lo hizo tristemente célebre: “Yo me borro”. El comando de censores que funcionaba en la Casa Rosada parecía imposible de conformar. Les hicieron modificar la revista completa y luego de un mes y medio de idas y venidas, Blotta decidió dejar de sacarla y reemplazarla con El Ratón de Occidente.
Los Diarios
En su número de abril de 1976 la revista Cuestionario se permitió un comentario franco y crítico. Afirmó que del 25 al 27 de marzo los diarios entraron en cadena. Todos publicaban exactamente lo mismo: comunicados oficiales, sin el menor agregado, sin la más tenue opinión. Como era previsible, analiza el mensuario que dirigía Rodolfo Terragno, con el silencio y la sumisión de los días iniciales los diarios argentinos habían reanudado un ciclo que los define: “Suelen ensañarse con los gobiernos débiles y se vuelven exageradamente dóciles ante los gobiernos fuertes”. Venían, en general, de ensañarse con el gobierno de Isabel del mismo modo que habían procedido con impiedad con Illia, y ahora se encuadraban en la vereda de la sumisión y el colaboracionismo, tal como lo habían hecho con Onganía en 1966, reflexiona Cuestionario. “Sólo unos pocos diarios -atestigua la revista- como La Prensa han mantenido siempre un tono constante de crítica a excesos o desviaciones. La mayoría se dedica por épocas a rasgarse las vestiduras y por épocas a hacer buena letra.” Para Pablo Mendelévich, que en ese momento había ingresado en La Opinión, la censura se mantuvo rígida solamente entre el 24 y el 25 de marzo, y se flexibilizó porque alguien les hizo ver a los militares que con semejantes procedimientos los diarios no saldrían. “Pero ese solo día bastó para que se instalara una terrible autocensura. Había temas que no se podían tocar, los de política por ejemplo, pero se podía avanzar en la crítica a la economía.” En marzo del ‘76 la tapa de la nueva Satiricón, que había vuelto a salir, mostraba una caricatura de Casildo Herreras diciendo la frase que lo hizo tristemente célebre: “Yo me borro”. El comando de censores que funcionaba en la Casa Rosada parecía imposible de conformar. Les hicieron modificar la revista completa y luego de un mes y medio de idas y venidas, Blotta decidió dejar de sacarla y reemplazarla con El Ratón de Occidente.
Clarín
Este diario no fue la excepción, apoyó a la dictadura en todo momento hasta casi el final de la Guerra de Malvinas, cuando por fin se animó a contar aunque sea parte de lo que en realidad estaba pasando como por ejemplo al hablar de los exilios. Hasta que el gobierno militar no concluyó, no se pudo leer en ninguna de sus páginas alguna nota sobre los desaparecidos o los muertos, aunque vale aclarar que más de una vez los militares irrumpieron en la imprenta donde se hacía el diario amenazando con el cierre del mismo por algún artículo “incorrecto” haciendo que en el número siguiente del diario se le dedicara un espacio a la explicación del artículo del día anterior diciendo que no era “eso” lo que habían querido decir.

A pesar de que esto parece terrible, no se compara con lo que fue la máxima distracción para la masacre que los militares hicieron al pueblo argentino, o sea, el mundial de fútbol del año 1978. “Clarín”, entre otros, apoyó descaradamente este evento antes durante y después de que sucediera.
La Razón
Como observamos anteriormente cada diario tiene sus características. Este diario también apoyó al régimen en todos sus aspectos desde el comienzo hasta el final. Luego de concluído el golpe, por el increíble error que fue Malvinas, cambiaron totalmente el discurso, comenzando a decir que los militares mataron, torturaron e hicieron del pueblo lo que quisieron.
Otra particularidad de este diario es el tipo de lenguaje que usaba. Siempre complicaba todo lo que escribía cambiando las palabras por otras más difíciles, y siempre que podía agregar algo con palabras relacionadas al ejército lo hacía complicando aun más su entendimiento.
Lo cierto es que a pesar de lo dicho anteriormente, en las páginas del diario no se encuentran demasiadas notas hablando de lo buenos que eran los militares, o del bien que le estaban haciendo a nuestra nación, ni nada que se le parezca; lo que hacía “La Razón” era no hablar de nada, absolutamente de nada que tuviera que ver con los supuestos subversivos, y mucho menos publicar un artículo o a alguien conocido opinando en contra de la dictadura.
La Nación

Algunos periodistas especializados que luego estudiaron lo sucedido aseguran que este diario junto con algunos otros que apoyaron fervientemente el proceso militar fueron una estrategia más para lograr lo cometido. No nos queda ninguna duda.
La Televisión
La dictadura militar se inició cuando la televisión era en blanco y negro en nuestro país. Pero, como una forma de demostrar una pujanza y desarrollo, que en realidad no existían, para el Mundial de fútbol del año 78 se introdujo el color. De la TV por cable ni siquiera había rastros. En la Argentina se podían ver tan solo 4 canales y uno era del estado (Canal 7). Los otros eran: Canal 9, Canal 11 y Canal 13, y sus respectivos dueños eran: Romay, H. García y Goar Mestre. En 1973 las licencias de TV vencieron y los dueños de cada canal habían pedido la renovación, que se estaban por otorgar cuando subieron los militares al poder, los estatizaron y pusieron a la cabeza de los mismos a distintos sectores del estado. La armada se hizo cargo del Canal 9, el Canal 13 quedó a cargo de la fuerza naval, la fuerza aérea tomó Canal 11, mientras que Canal 7 quedó en manos del poder judicial. Los tres dueños de los respectivos canales comenzaron un juicio por la toma ilegal de los mismos que no terminó hasta una vez concluida la dictadura, cuando subió Alfonsín y le devolvió Canal 9 a Romay y les pagó a los dos restantes debido a que ya no querían poseer ningún tipo de licencias.
Algo que también fue muy importante es que todos los canales antes de que llegara la Junta al poder se habían asociado económicamente con cadenas internacionales, o mejor dicho, norteamericanas, que en el período dictatorial comenzaron a retirar sus capitales del país. Canal 9 estaba asociado desde 1960 con la NBC, el Canal 13 estaba asociado con la CBC y Canal 11 con la ABC.
Por último, hay que decir que la televisión por ese entonces ya era algo imprescindible en cualquier casa y mucha gente ya almorzaba con Mirtha Legrand y cenaba con Tato Bores. La televisión ya estaba instalada por ese entonces casi todos los hogares de nuestro país. Era un elemento casi tan importante como lo es en nuestros días, y es por eso que los militares quisieron apoderarse de ella sea como sea.
El cine y la música
Estos son dos medios muy particulares. Por un lado está la gente que cuando va al cine va a ver una simple película, a divertirse, pasar el rato, ver a su actor preferido o algo así. En el caso de la música es parecido, uno con la música se relaja, se divierte, baila. Sobre todo en esos tiempos donde ésta no era lo que es ahora donde muchos adolescentes la aprovechan para hacer protesta. Pero por otro lado, están esas personas que usan estos u otros medios para reflexionar sobre diversas cosas. Esto ocurrió sobre todo en estos años, donde mucha gente escuchaba música de protesta o iba al cine a ver películas comprometidas y muchos creadores trabajaban para testimoniar o criticar la época en la que vivían y trabajaban para ese público que no era el más masivo.
También es cierto que la música y el cine tuvieron más posibilidad de expresarse que los grandes medios de comunicación (la TV, la radio y los diarios) no solo porque no eran considerados medios masivos, sino también por el hecho de que tuvieron más recursos para hacerlo, como por ejemplo el sentido indirecto o la ironía, usado muchas veces por ambos.
La música tenía la ventaja de ser escuchada por el público, en principio, tal como la había creado su autor. Después de su primera presentación, si era considerada inconveniente por el gobierno, era censurada. Las películas, en cambio, eran censuradas sin ser vistas por nadie, excepto por el mismo censor. Muchos films fueron tan “cortados” que perdieron completamente el sentido de lo que el autor pretendió expresar.(el Comite Federal de Radiodifusión, COMFER, publicó en su página algunas listas negras de la época, que contenían lo que estaba prohibido)
Además de esto, hay varias diferencias, empezando por los protagonistas hasta llegar a los lugares donde se desarrollaban pasando por los distintos métodos que usaba cada uno para comunicarse con su público, que las iré desarrollando poco a poco a continuación.
Formas de la censura
Hay muchas formas de censurar, muchas formas de callar a la gente, de impedirle que diga. Aquí tres formas utilizadas en ese entonces para censurar a los periodistas de los grandes medios.
• Censura previa: Esta consistía, como bien lo dice la palabra, en revisar todo lo destinado a los grandes medios antes de que llegara al público. Por aquí pasaban todas las noticias que se querían publicar, todos los diálogos o monólogos que pudieran llegar a tener los locutores y todo lo que saldría al aire en la TV. Aquí trabajaban unos militares “especializados” que sabían perfectamente lo que estaba permitido y lo que no. Una vez un periódico quería publicar una nota sobre un enfrentamiento que había habido entre las Fuerzas Armadas y un grupo de Montoneros y esta gente se lo prohibió, entonces lo que hicieron fue dejar el espacio donde se suponía iba a ir esa noticia, en blanco. Esto obviamente más tarde les trajo problemas.
• Simplemente Censura: Esta es la clásica censura: los militares esperaban que la noticia sea publicada, en el caso de los diarios, y sí después consideraban que lo que estaba escrito producía algo “negativo” en la gente prohibían su publicación y quemaban los que ya existían.
• Autocensura: por último, está este tipo de censura, que obviamente se trata de cuando los periodistas, los editores o locutores y todo el personal que trabaja en los distintos medios elegía directamente callar.
Carlos Rodríguez, periodista de Página 12, trabaja en la universidad de las Madres de Plaza de Mayo y en el Servicio Paz y Justicia que preside el premio Nóbel argentino Adolfo Pérez Esquivel. Cuando se produjo el golpe de 1976 trabajaba en la agencia estatal de noticias TELAM. Ambos recordaron que ejercer la profesión en los `70, oponiéndose y resistiendo a los militares, no implicaba quedarse sin trabajo: era, directamente, la antesala de la muerte. “No creo que todos seamos culpables, la mayoría fuimos víctimas.
Exiliarse, cambiar de trabajo, bajar el perfil, trabajar en medios con baja exposición o cambiarse de sección eran algunas de las estrategias que los periodistas utilizaban para sobrevivir. Recursos expresivos como pegar los comunicados militares enteros, sin editar o elaborar, también era una opción.
Miedo a utilizar palabras como desaparecidos, represores, Derechos Humanos formaba parte de la realidad de las redacciones.
En distintas provincias de Argentina, voces solitarias se animaban a vencer la censura y la autocensura.
Desde Córdoba, Stival recordó que “contados periodistas no toleraron la censura y se jugaron. Emilio Mariano Jáuregui se jugó antes del golpe y lo mató la Triple A. También lo hizo Rodolfo Walsh, él se animó a decir las cosas. Junto con él, rescato a Horacio Verbitsky, quien hizo un intento de difundir lo que padecía el pueblo argentino. Walsh acabó muerto y Vertbisky exiliado. Hoy creo que muchos debimos animarnos a decir cosas. Si ellos pudieron hacerlo, nosotros también pudimos haberlo hecho. Mi refugio y el de algunos compañeros fue el periodismo deportivo. Esto no nos impedía ver cómo se manipulaba la información...”
Entre Ríos también tuvo sus Rebeldes y Ejecutores como bien lo señala Daniel Enz en su libro publicado en 1995, puntualmente en diarios como La Mañana (Victoria), caso que se trasladaría a otras provincias, en la censura de La Arena (La Pampa), El Independiente (La Rioja), Crónica (Comodoro Rivadavia), Los
Principios (Córdoba), La Época (Corrientes), medios escritos que sufrieron el cierre arbitrario de sus redacciones.
-Ulanovsky, Carlos. Paren las rotativas. Una historia de grandes diarios, revistas y periodistas argentinos
-www.aprender.entrerios.edu.ar
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